Tú, ya, ¡oh ministro!, afirma tu cuidado,
en no injuriar al mísero y al fuerte;
cuando le quites oro y plata, advierte,
que le dejas el hierro acicalado.
Dejas espada y lanza, al desdichado;
y poder y razón, para vencerte:
no sabe pueblo ayuno temer muerte,
armas quedan al pueblo despojado.
Quien ve su perdición cierta, aborrece
más que su perdición, la causa della,
y esta, no aquella, es más quien le enfurece.
Ama su desnudez y su querella
con desesperación, cuando le ofrece
venganza del rigor, quien lo atropella.
Francisco de Quevedo.
Torno a començar l'activitat bloggera amb aquesta poesia, que malgrat que fou escrita fa quatre-cents anys, trobo que és totalment actual.
A partir d'ara tornaré a publicar entrades els dilluns, dimecres i divendres, com l'any passat.
en no injuriar al mísero y al fuerte;
cuando le quites oro y plata, advierte,
que le dejas el hierro acicalado.
Dejas espada y lanza, al desdichado;
y poder y razón, para vencerte:
no sabe pueblo ayuno temer muerte,
armas quedan al pueblo despojado.
Quien ve su perdición cierta, aborrece
más que su perdición, la causa della,
y esta, no aquella, es más quien le enfurece.
Ama su desnudez y su querella
con desesperación, cuando le ofrece
venganza del rigor, quien lo atropella.
Francisco de Quevedo.
Torno a començar l'activitat bloggera amb aquesta poesia, que malgrat que fou escrita fa quatre-cents anys, trobo que és totalment actual.
A partir d'ara tornaré a publicar entrades els dilluns, dimecres i divendres, com l'any passat.
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