cons sus círculos lntos de silencio creciente
que me arrastran siempre (vértigo hacia arriba),
oculta otra noche más íntima, pequeña,
donde cabe justamente la sangre de un hombre solo.
¡Oh noche diminuta que palpita,
noche del hombre que respira o se angustia
en la gran noche quieta de los siglos helados!
¡Oh dolor pequeño!
¡Oh silencio infinito!
Vastedad que convierte en concierto
aquello que –pequeños– juzgamos gritos roncos.
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