OLVIDANDO
Debo olvidar poco a poco tu cintura,
la humedad de tu hierba genital,
la desembocadura de tu cuerpo
en el mar de mi piel precipitada.
Voy guardando los ríos que sobraron
aquella noche de gemidos,
cuando el llanto era un grito
que impedía la huida de mi sexo,
cuando tú te aferrabas a mi espalda
y arañabas los besos hasta sangrar ternura.
Me rebelo contra la distancia
que me impone la luna,
que me exige este amanecer colgado en la ventana.
No comprendo mi carne sin tu carne.
No renuncio a mi cuerpo diluido en tu cuerpo.
No admito los surcos de tus ingles
sin el trigo injertado de mi savia.
Tengo que ir olvidando poco a poco
la hondura de tu boca
donde nacen los besos que lubrican
el laberinto azul de nuestras lenguas.
No sé por qué la muerte es un olvido,
ruptura pactada, abandono consciente
de las coordenadas que describen
la plaza donde tú y yo nos vivimos.
Me duele el camino que se rompe
en pedazos de distancia
para que nos quedemos sin memoria,
para archivar la dirección de tus ojos
y no sepa regresar hasta tu vientre.
Pregunto por mí mismo y no tengo respuesta.
Me han vencido el olvido, la ausencia,
y el camino tronchado como un río.
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